El argentino Jorge Mario Begoglio, que es el primer papa latinoamericano, se presentó ante los congresistas como un “hijo de este gran continente”, un americano más, un inmigrante como los antepasados del más de medio millar de representantes, senadores y personalidades civiles, militares y eclesiásticas que llenaban el hemiciclo del Capitolio de Washington.
“Nosotros, pertenecientes a este continente, no nos asustamos de los extranjeros, porque muchos de nosotros hace tiempo fuimos extranjeros”, dijo. Tras
recordar el maltrato que recibieron generaciones anteriores de inmigrantes, añadió: “Cuando el extranjero nos interpela, no podemos cometer los pecados y los errores del pasado”.
El Papa citó la crisis de los refugiados en Europa y la comparó con la llegada de inmigrantes que llegan de América Latina sin papeles en busca de una vida mejor y de mayores oportunidades. “¿No es lo que querríamos para nuestros hijos?”
El mensaje de la compasión, de la humanidad compartida, topa con la retórica de algunos politicos republicanos que avivan los resentimientos. El más reciente, el magnate Donald Trump. En el Congreso, Partido Republicano bloquea las iniciativas del demócrata para regularizar a millones de inmigrantes.
Los republicanos también frenan la legislación para reducir las emisiones que provocan el calentamiento global. Algunos incluso niegan el fenómeno, o cuestionan sus causas humanas. De nuevo, Francisco no rehuyó la cuestión. Habló de las “raíces humanas” del cambio climático, dijo que era posible combatirlo y llamó específicamente al Congreso a actuar. “Ahora es el momento de acciones y estrategias valientes”.
En este momento, como al abordar la inmigración, las ovaciones fueron más sonoras entre los demócratas que entre los republicanos. Algunos republicanos ni aplaudieron.
No es extraño. El Papa no es un líder político, es un líder espiritual, y encasillarlo a izquierda o derecha es simplista. Pero en algunos momentos del discurso parecía que les leyese la cartilla. Sí, citó la responsabilidad de proteger la vida humana “en cada etapa de su desarrollo”, una alusión al aborto, que la Iglesia condena y que acompañó de una petición para abolir la pena de muerte. También defendió “las relaciones fundamentales (...) que son la base del matrimonio y de la familia”. Pero lo hizo de pasada, sin desarrollarlo.
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